SAB 22.07.2006






 






 
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Trincheras enfrentadas en la revista Sur








Hasta 1936, yrigoyenistas como Borges y nacionalistas que habían apoyado el golpe de Estado contra el presidente radical convivían en la revista de Victoria Ocampo. Pero así como rompió amistades y matrimonios, la Guerra Civil española dividió irreconciliablemente a los escritores que formaban parte de aquel proyecto central de la cultura argentina.







La Guerra Civil española dividió a la sociedad argentina, en algunos casos de manera irreparable, porque dio lugar a rupturas de amigos y familiares y hasta divorcios, en una época en que la ley argentina no lo permitía. La división entre los intelectuales también acabó con la camaradería literaria de escritores que en muchos casos habían soportado, sin romper los vínculos de amistad, la crisis política desatada por el golpe militar del 6 de setiembre de 1930. Cuando fue derrocado el presidente Hipólito Yrigoyen, algunos intelectuales que en 1928 habían firmado manifiestos de apoyo a su reelección, mantuvieron su posición. Ese fue el caso de Jorge Luis Borges, quien en noviembre de 1934 escribió un cálido prólogo para el libro del yrigoyenista Arturo Jauretche, El Paso de los Libres, una conmovedora exaltación en verso de uno de los primeros episodios de lucha armada protagonizada por civiles radicales en el siglo veinte.

El estallido de la guerra, sin embargo, profundizó la división y llegó hasta la revista Sur, cuya directora, Victoria Ocampo, había procurado mantenerse al margen de la política ordinaria de su tiempo. El primer número de la revista, datado en el "Verano de 1931", estaba tan cerca del golpe militar de la "Primavera de 1930" del general Uriburu, que no faltó la asociación de ambos acontecimientos en los cenáculos de la izquierda literaria.

Victoria Ocampo había buscado tomar distancia de la política argentina de ese momento y el hecho de que el comité de redacción de Sur, compuesto por importantes intelectuales, contara con mayoría de extranjeros (solamente 7 argentinos, incluyendo a la directora, sobre un total de 15) puede tomarse como un ejemplo de ese esfuerzo. Es menos conocida la continuada presencia de intelectuales nacionalistas en las páginas de Sur en el período que va desde la fundación de la revista hasta la guerra de España. La mayoría de los escritores nacionalistas que colaboraron con la revista Sur, a diferencia de Borges, simpatizaba con el régimen militar de Uriburu aunque en 1936, cuando estalló la Guerra Civil española ya eran enemigos declarados de su sucesor, el general Agustín P. Justo.

Los intelectuales nacionalistas que en el verano de 1931 encontraron espacio en Sur para sus ideas fueron el historiador Julio Irazusta, el jesuita Leonardo Castellani, los poetas Leopoldo Marechal, Ignacio B. Anzoátegui y Lizardo Zía, los ensayistas Ramón Doll y Ernesto Palacio, el filósofo Carlos Astrada y el narrador Homero M. Guglielmini.

La irradiación de este grupo se hizo sentir no sólo en la revista, sino también en el programa editorial de libros que aparecieron con el mismo sello. Marechal publicó Laberinto de amor en 1935 y en 1936 tradujo del francés a André Gide. Ese mismo año entraron en el programa de Sur obras donde los mismos autores incorporaron libros propios o tradujeron a otros de su preferencia. Irazusta publicó su ensayo "Actores y espectadores" y tradujo del inglés a Aldous Huxley, y Ernesto Palacio también tradujo un extenso panfleto antisoviético de André Gide, un texto de Jacques Maritain sobre la Guerra Santa y el famoso "Mea Culpa" de Celine, el novelista de moda que había girado hacia el fascismo. Todos estos títulos, contratados en 1935 y 1936, aparecieron en 1937.

La división de las aguas fue precipitada por un violento incidente entre Victoria Ocampo y el poeta español José Bergamín, enrolado en el bando republicano, quien había colaborado con la revista en la edición de enero de 1937, apenas encendida la guerra. El ensayo de Bergamín "La máscara de la sangre", fue precedido por una nota del autor donde éste afirmaba que "hoy debo mi palabra, para cumplirla por la sangre, a mi pueblo, que es quien me la dio. Y para cumplirla, lucho con mi pueblo, por su libertad, por su independencia invencible, hoy tan bárbaramente atacada, ultrajada por la mentira y por la muerte."

La publicación de Bergamín fue seguida por el duro intercambio con Victoria Ocampo. El 10 de mayo de 1937 Bergamín difundió en Buenos Aires una carta abierta a la directora de Sur fechada en Madrid. Le reprocha haber dado hospitalidad al famoso médico y escritor Gregorio Marañón "médico o curandero de su deshonra", dice el poeta, quien agrega: "Usted, con su equivocada y equívoca protección se hace cómplice suyo y enemigo nuestro". Para el apasionado Bergamín, el liberal Marañón se había pasado lisa y llanamente al franquismo. Victoria Ocampo respondió desde los diarios, a la que calificó como "carta insólita", y desde su revista con una emocionada exposición del incidente desde su punto de vista. La carta abierta a Bergamín comienza con este párrafo: "Comprendo su carta, José Bergamín, pero al comprenderla dejo de comprenderlo a usted, porque se desvanece la imagen que de usted tenía. Por eso quisiera no comprenderla, del mismo modo que quisiera usted no comprender el gesto que, ante sus ojos, me envilece". El doloroso intercambio se produjo en el preciso momento en que el grupo de Victoria Ocampo estaba registrando los primeros aunque rápidos efectos de la guerra en la propia redacción, y los escritores nacionalistas se aprestaban a abandonarla. Casi enseguida después del levantamiento de Franco en Marruecos, la misma Victoria había trazado la raya. Fue el manifiesto de 34 escritores a favor de la República, donde, junto a la directora de Sur, figuran otros cuatro miembros del comité editorial de la revista: Borges, María Rosa Oliver, Eduardo Mallea y el intelectual dominicano Pedro Henriquez Ureña.

La guerra de España libró su propia batalla en la Argentina y una temible secuela se prolongó en los años siguientes, gravitando sobre vidas y conductas y reflejando en la política nacional los odios y rencores de aquella tragedia. En esos días, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche habían redactado juntos una declaración del grupo FORJA, donde, contrariando la tendencia de la sociedad a formar filas con los bandos de España, se atrevieron a calificar como "ajena a la circunstancia nacional" la motivación de la guerra y vaticinaron que iba a producirse una polarización ideológica nefasta entre los argentinos. FORJA recomendaba entonces no olvidar que el objetivo principal era luchar contra el imperialismo británico, pero a la misma hora republicanos y franquistas ya se enfrentaban a golpes en la Avenida de Mayo.






































 


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Frente interno. En la revista de Victoria Ocampo se cocieron habas.







 
Ocampo, la Pasionaria argentina


Una hoja ultranacionalista y anticomunista publicó en agosto de 1937 una increíble acusación. La aristocrática directora de la revista Sur era una comunista... aunque vergonzante. Califica a la revista de "severa y señoril", sin embargo entregada a "los famosos Frentes Populares, amalgamas de izquierdo-judío-comunistas", en alusión a la táctica democrática que pregonaba, en efecto, el comunismo contra el fascismo. Para que no quedaran dudas, en recuadro, el libelo dice: "El comunismo corrompe los vínculos de la familia, destruye el hogar cristiano, prostituye a la mujer y relaja todas las virtudes, bestializando al ser humano. El comunismo es prostitución".
 








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